Cuando en noviembre de 2022 Alejandro Miguel Amenábar leía una nota de LA GACETA lo supo. “‘Guauuu ¡qué buena experiencia pensé!’”, recordó el joven de 23 años. Amenábar descubría que los eventos deportivos contaban con miles de voluntarios. En ese momento vislumbró una vivencia perfecta como la que terminó hace un par de horas en París.
El tucumano vivió los Juegos Olímpicos dentro del programa de voluntariado. Motivado por el relato de Sofía Lucena que hizo lo mismo en el Mundial de Qatar 2022, el tucumano siguió su ejemplo. “En Instagram vi el llamado a la postulación y mandé la carta de motivación”, recordó.
Cuando cuenta lo que escribió quedan revelados otros motivos por los que deseaba estar en París. “Mi papá siempre quiso ir a unos Juegos. Él nadaba cuando era chico y competía mucho. Era más fanático del tenis y la natación, que del fútbol. Para él los Juegos eran como la Copa del Mundo para el resto de los argentinos”, explicó.
Alejandro es hijo de Jesús María Amenábar, quien fue un reconocido doctor que murió durante la pandemia de la covid-19. El buen recuerdo del médico en la sociedad tucumana comenzó en la pileta y continuó con la profesión que eligió. Se apartó de la competencia, pero nunca perdió su pasión por el deporte.
Su papá tuvo en sus planes asistir a los Juegos Olímpicos de Río en 2016, pero... “Lo cargábamos porque le parecía caro y mucho para gastar. Le decíamos que gaste la plata y la disfrute”, recordó con picardía el estudiante de Ingeniería Informática. Francia había logrado ser sede de la edición 33 de la cita olímpica en 2017. La noticia no es que pasó inadvertida para los Amenábar fue, simplemente, una más. La cuestión tomó otro significado para “Ale” en 2020, un año en el que cada habitante del mundo tuvo que hacerle frente a la pandemia.
Su padre, personal esencial en la crisis sanitaria global, estuvo en la primera línea de defensa. El virus lo afectó y le quitó la vida en septiembre de ese año. El jefe del Servicio de Cirugía del Hospital Centro de Salud Zenón Santillán dejaba un vacío enorme no solo por su labor específica, también porque había levantado la voz meses antes de morir por irregularidades que sufrían con sus colegas. O como los había calificado él en una carta que hizo pública desde su internación: los héroes y heroínas que lo estaban cuidando.
Alejandro heredó el gusto por todos los deportes. “En mi casa siempre se veían más los Juegos Olímpicos que el Mundial de fútbol”, afirmó Amenábar. Dos años después de la muerte de su papá la nota en el diario hacía que todo encaje para cumplir un sueño compartido. “Además París, era ‘su’ ciudad”, relató emocionado. Vivir un Juego Olímpico, en la ciudad más emblemática para su papá y trabajando en el corazón de la cita multideportiva fue perfecto. “En París vivió cuatro años para hacer sus especializaciones”, detalló.
“A él, todo le parecía increíble en los Juegos Olímpicos”, afirmó Alejandro. El tucumano regresa confirmando eso en su propia piel. “Estar ahí te hace querer ver todo. Se produce un intercambio de fanatismo con los otros voluntarios. Al que le gusta la gimnasia artística, me ponía al tanto, por ejemplo. Y después veía al atleta del que me acababa de hablar. Te termina interesando ver un montón de deportes que nunca había visto”, describió Amenábar.
Tenis, una “adicción” que reconoció le generó su papá, vóley, vóley de playa, atletismo, boxeo, lucha y, por supuesto, natación fueron los deportes que pudo presenciar. Todos sin que interfieran con sus tareas de “Asistente de los Comités Olímpicos Nacionales”. El tucumano tenía asignada la delegación cubana, pero por fortuna, tanto en la ceremonia de Apertura como en la de Clausura, tuvo contacto con la delegación argentina. En la inauguración los escoltó hasta la embarcación en la que recorrieron los seis kilómetros del Río Sena, y en el cierre los acompañó desde la salida del edificio que la delegación ocupaba en la Villa Olímpica hasta los buses que los llevaron al estadio.
“Fue distinto escoltarlos en la Clausura. Ya había pasado todo el estrés. No había muchos atletas y todos estaban en un modo más de disfrute”, percibió. Fue en ese momento que se animó a omitir un poco el pedido de los organizadores de no incomodar a los atletas. “Es la semana más importante de sus vidas. Lo vi a Nadal, a Alcaraz, a Murray, pero no me animé. ¿‘El Maligno’? Un tipazo”, dijo “Ale”. “Yo estaba en shock de estar hablando con él”, explicó el encuentro con el medallista olímpico en BMX Freestyle. “Es muy humilde. Me preguntaba cómo había aplicado desde Tucumán”, es el recuerdo, además de la foto, que tiene del cordobés José Augusto Torres Gil.
Otra instantánea que guardará como un tesoro será la que él mismo campeón olímpico de lucha organizó para sacarse con quienes lo acompañaron. “Es muy buena onda. Todos los cubanos son piolas”, dio su veredicto. El gigante Mijaín López hizo historia en París 2024 y Amenábar fue uno de los primeros en tenerlo cerca luego del logro. El cubano acababa de ganar su quinta medalla de oro en la misma prueba individual en sus sextos Juegos Olímpicos, algo que ningún otro deportista había logrado. “Lo vi en la semifinal, lo vi salir campeón y saludé a su entrenador”, contó el testigo del retiro de López, glorioso, por cierto, como su regreso desde París cargado de buenos recuerdos.